
Photo Credit: Jeremy Inglesi Jr. / American Forests
El Valle del Río Grande, o simplemente El Valle, es un lugar de especial importancia para mí. El Sur de Texas, junto a su gente, lugares y promesa, ha sido el hogar de mi familia por cinco generaciones. Crecí en este entorno astilloso en el que pasé mis días recorriendo los canales de riego y campos de cultivo de la región que se extienden por más de 160 kilómetros y que son el vestigio de la delta de un río marcado por oleadas de oportunidades financieras, riqueza cultural y la generación y regeneración de los paisajes naturales que lo conforman.
La historia de El Valle es una intersección de ecologías, culturas y experiencias compartidas que han moldeado la cotidianidad durante siglos. El patrimonio natural de la región sentó las bases del desarrollo financiero que comenzó con la ganadería en el siglo XVIII, lo que atrajo oportunidades de agricultura de riego, extracción de minerales y recientemente, la producción de energía renovable. Desde tiempos remotos, el comercio ha reforzado el vínculo entre estos medios de subsistencia.
La región se ha enfrentado con entereza a dinámicos desafíos. Por ejemplo, la mayoría de los centros urbanos de El Valle se construyeron en época de conflicto; la violencia en el frente durante la Revolución Mexicana (1910 – 1920) impidió temporalmente que el casco urbano se estableciera en lo que hoy es la carretera interestatal 2. En 1986, los estudiantes de la preparatoria de Edcouch-Elsa, cuya mayoría se veían en la necesidad de ser trabajadores agrícolas de temporada, protestaron a favor de esa lucha por la dignidad y equidad que se había consolidado en la región durante décadas.

Photo Credit: Jack Gordon y James Foguth / American Forests
En los últimos años, El Valle ha encontrado otros desafíos. Una creciente cantidad de fenómenos atmosféricos, causados por un clima cambiante, ha impulsado políticas e inversiones destinadas a la conservación del suministro del agua, cada vez más escasa, proveniente del Río Bravo, así como a la reconstrucción del alcantarillado, que tiene un siglo de antigüedad, para gestionar las constantes inundaciones.
El ecosistema biodiverso de bosques espinosos, que se encuentra únicamente en los cuatro condados de El Valle en todo Estados Unidos, ha sido testigo de todas estas representaciones de identidad regional. En el último siglo, el bosque subtropical perenne, que solía cubrir 160 kilómetros río arriba desde la desembocadura del Río Bravo, ha perdido 90% de su superficie.
Es desconcertante el efecto que este cambio ha producido en la fauna que dependía del bosque, pues alrededor de 45 especies registradas por los gobiernos estatal y federal muestran un descenso de población en todo el ecosistema o en áreas específicas. Si bien la agricultura es responsable de gran parte de las primeras pérdidas, la tendencia al uso del suelo en las últimas décadas ha traído consigo un paisaje en el que no quedan más que fragmentos aislados de bosque que se pierden entre los complejos comerciales y residenciales construidos sobre tierras de cultivo.
Varias franjas de bosque espinoso permanecen intactas y se preservaron gracias a que fueron adquiridas por el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos desde la década de 1940; sin embargo, de inmediato se hizo evidente la necesidad de restablecer el hábitat para recuperar su fauna y restituir los considerables beneficios que los bosques espinosos le ofrecen a El Valle. La operación para recuperar varios cientos de acres al año en áreas públicas inició en la década de 1960 y, desde 1990, se ha implementado un movimiento anual para este fin.
Ahora, tengo la fortuna de ser parte y líder de la labor de recuperación de bosques espinosos en la región. Me uno a este esfuerzo gracias a las exploraciones que hice durante mi niñez y a mis abuelos, quienes conocieron El Valle antes de la urbanización, recreando para mí los bosques espinosos de antaño y sus encuentros cercanos con la vida silvestre. Este ímpetu me atrajo hacia esos mismos bosques para centrarme en las riquezas naturales de la región.
American Forests y nuestra red de socios fomentan ese necesario y estrecho vínculo con los bosques espinosos para aquellos que no tienen esos relatos de antaño en los cuales basarse. Las historias que usted está por leer resaltan los aspectos distintivos de la región que se consideraron cuidadosamente durante la creación de una estrategia de conservación para este entorno extraordinario. Es mi deseo que, al leer esta edición especial, usted se una y apoye nuestro objetivo de recuperar este ecosistema. Juntos, podremos iniciar un nuevo capítulo de entereza comunitaria y ecológica en El Valle.
Jon Dale, Director de Texas y México de American Forests