La mañana de un jueves del mes de marzo de 2024, la Dra. Ashley Reeves recibe el mensaje de texto. Reeves, una veterinaria investigadora que trabaja en The East Foundation, lleva tiempo despierta y tiene todo su equipo listo para la acción. Al leer el mensaje, le embarga una sensación familiar.

«Llevo haciendo esto por casi cinco años», dice. «El periodo de captura dura cinco meses seguidos y atrapar un ocelote es sumamente poco común». 

La hazaña de su equipo de investigación no sólo fue atrapar un ocelote, sino que, además, el ejemplar es hembra. Estas tienden a ser más reacias al riesgo y más difíciles de capturar para estudiarse. 

Mientras Reeves se dirige al Rancho El Sauz, una propiedad ganadera de The East Foundation en El Valle del Río Grande de Texas, un equipo de técnicos capacitados instala una carpa y mesas en un claro rodeado por el denso bosque espinoso tamaulipeco, un ecosistema del matorral leñoso, rico en biodiversidad, nativo del sur de Texas y el noreste de México. 

El ocelote aguarda la llegada de Reeves dentro de una de las 50 trampas que ha colocado el equipo. Su pelaje es una mezcla de dorado y crema, cubierto de rayas pardas, motas y rosetas, patrones tan únicos como la huella dactilar humana. 

Dr. Ashley Reeves, a research veterinarian with The East Foundation, performs a health check on an ocelot captured at El Sauz Ranch. She is assisted by student researchers Aidan Branney, Georgia Harris and Tyler Bostwick.

La Dra. Ashley Reeves, investigadora veterinaria de The East Foundation, ausculta un ocelote capturado en el Rancho El Sauz en marzo de 2024. La secundan los alumnos investigadores Aidan Branney, Georgia Harris y Tyler Bostwick.
Photo Credit: The East Foundation

A young female ocelot waits to be examined in a trap set at El Sauz Ranch. At the time of this photo, she is 2 or 3 years old. A year later, researchers capture her once more and notice she has given birth to a litter of kittens since they last saw her.

Ocelote joven en espera de su exámen médico dentro de una trampa en el Rancho El Sauz. En esta foto, tiene 2 o 3 años. En marzo de 2024, es capturada nuevamente y los investigadores descubren que ha dado a luz a una manada de cachorros desde la última vez que la vieron.
Photo Credit: Aidan Branney

Reeves y su equipo de técnicos y alumnos de posgrado alistan sus instrumentos para sedar al felino. 

Trabajan con eficacia, registran su peso y medidas y extraen muestras de sangre, pelo, heces, pulgas y garrapatas. El microchip que encuentran revela que ya conocían a esta ocelote, pues fue capturada por primera vez hace un año, en 2023, cuando tenía entre dos y tres años y estaba a punto de llegar a la edad reproductiva. Ahora, se confirma mediante un ultrasonido que la felina no está preñada, pero tiene las glándulas mamarias agrandadas, secretan leche y están recién mamadas, por lo que es probable que haya escondido a sus cachorros en alguna guarida entre las espinas. 

Esta camada oculta pudiera ser la primera de la ocelote, lo que supone un gran logro para Reeves y el grupo de científicos y administradores de tierras, quienes han colaborado durante décadas para restablecer esta especie en peligro de extinción. Por medio de un collar con sistema GPS, los investigadores podrán obtener información acerca de la manera en que recorre el bosque espinoso con su camada, así como entender los factores medioambientales que repercuten en su supervivencia. Además, esto representa una oportunidad para entender cómo restablecer el tamaño, distribución espacial y composición de las plantas del bosque espinoso de manera que se ajuste a las necesidades de los ocelotes. 

«Una vez que las crías tengan edad suficiente y la ocelote abandone la guarida, nuestro equipo de investigación podrá regresar y evaluar a detalle el tipo de sitios que eligen como guarida y en qué prefieren esconder a sus cachorros», indica Reeves. 

ESTUDIANDO EL PULSO DE LA RESTAURACIÓN 

A road bisects thornforest habitat. Roads are one of the greatest immediate threats to ocelots and other wildlife, who cross in search of habitat, prey, water and viable partners for mating. The Texas Department of Transportation has been constructing wildlife crossing structures that run underneath roads to help wildlife make safe passage.

Carretera atraviesa el hábitat de bosque espinoso. Las carreteras representan un peligro inminente para los ocelotes y demás vida silvestre. Los animales las cruzan en busca de su hábitat, presas, agua y parejas para aparearse. El Departamento de Transporte de Texas ha construido varios corredores biológicos por debajo de las carreteras para que la vida silvestre cruce de manera segura.
Photo Credit: Abel Riojas / American Forests

El hábitat del bosque espinoso, del cual dependen los ocelotes y muchas otras especies, solía extenderse por todo El Valle. Era una fuente de refugio, agua y presas en abundancia. Hoy en día, sólo pervive 10% de aquel bosque espinoso que existía antes de 1930. Los bosques nativos se han fragmentado por el desarrollo agrícola, comercial y residencial. Ahora, las carreteras atraviesan lo que antes eran continuas extensiones de tierra; además, los vehículos representan un constante peligro para la fauna. El césped ha sustituido los antiguos humedales y las altas palmeras han reemplazado a los puntiagudos matorrales de los bosques nativos. 

El Dr. Bradley Christoffersen, profesor adjunto de la Universidad de Texas de El Valle del Río Grande, se dedica a cambiar el destino de este vital ecosistema. 

A Texas ebony tree grows on a landscape that was restored by the U.S. Fish and Wildlife Service in 1996.

Un ébano crece en un paisaje repoblado por el Servicio de Pesca y Vida Silvestre en 1996.
Photo Credit: Abel Riojas / American Forests

A kilómetros de distancia de la oculta manada de ocelotes, en un paisaje abierto marcado por el esporádico mezquite, Christoffersen contempla un ébano grande. Sus gruesas ramas, cubiertas de denso follaje color verde oscuro, se extienden hacia el bosque, de lento crecer, que le rodea. 

Christoffersen estima que se plantaron aproximadamente 250 árboles por hectárea cuando el Servicio de Pesca y Vida Silvestre regresó plántulas de bosque espinoso a la región en 1996. 

Bajo la copa de un ébano, unos banderines anaranjados indican la presencia de las plántulas que han germinado. A medida que se adentran en el resguardo del ébano, más banderines se pueden apreciar. Este espacio sombreado provee humedad, protección contra el sol y nitrógeno a las plántulas. Al igual que muchas otras especies de la familia Leguminosae, el ébano tiene la capacidad de absorber nitrógeno del aire a través de los microbios que habitan en sus raíces. El nitrógeno se incorpora en los tallos y hojas, nutriendo la tierra de las plantas cercanas. 

Catarina Miranda, alumna de posgrado que participa en el laboratorio de Christoffersen, prepara una estación de monitoreo de plántulas para observar cómo se desarrollan naturalmente tras la recuperación auxiliada por humanos. Junto a su compañero, Lance Santos, busca en cuclillas plántulas recién germinadas bajo el ébano para medirlas y calcular su edad, documentarlas en sus expedientes y, por último, etiquetarlas. 

«Hay un grupo de especies que suele darse por aquí», dice Miranda. «Las he memorizado casi todas». 

Christoffersen y los alumnos de posgrado sostienen que, gracias a su capacidad de absorber nitrógeno, el ébano favorece a otras plantas nativas y les ayuda a asentarse en las tierras que están volviendo a ser un bosque espinoso. Al estudiar los sitios en que se ha plantado en otros años, los investigadores pueden deducir información sobre la ecología del bosque espinoso y las variables que requiere para restablecerse y prosperar. Su investigación sobre los árboles de apoyo, como el ébano, puede ser de utilidad para los métodos futuros de restauración, los cuales pudieran permitir que la siembra se haga en olas sucesivas. 

Dr. Bradley Christoffersen, associate professor at the University of Texas Rio Grande Valley, and graduate students Catarina Miranda and Lance Santos measure seedlings that have established on their own beneath the canopy of the Texas ebony.

El profesor adjunto de la Universidad de Texas de El Valle del Río Grande, Dr. Bradley Christoffersen, y los alumnos de posgrado, Catarina Miranda y Lance Santos, miden plántulas que han crecido naturalmente bajo la copa del ébano.
Photo Credit: Abel Riojas / American Forests

«Aunque una especie se encuentre aquí, no significa que este deba ser su sitio de siembra al inicio de la reforestación», explica Christoffersen. «Ciertas especies tal vez se acoplan mejor durante la primera etapa y es posible que lo hagan después en la segunda». 

De esta manera, Christoffersen y su equipo estudian el ritmo de la restauración, indagando hasta qué punto un bosque puede mantenerse por sí mismo una vez que la intervención humana ha cesado. 

UN PLAN PARA REGRESAR A LA CONECTIVIDAD 

Reeves y Christoffersen forman parte de un grupo de investigadores, administradores de tierra y organizaciones sin fines de lucro que han unido fuerzas para repoblar los bosques nativos de El Valle. 

El Servicio de Pesca y Vida Silvestre ha destinado 10 millones de dólares a estas iniciativas. El acuerdo, publicado en septiembre de 2023, está bajo la gestión de American Forests, que ha encabezado la reforestación de la región desde 1997. 

Guiado por el Plan de Conservación de Bosque Espinoso, una estrategia colaborativa desarrollada por American Forests y el Servicio de Pesca y Vida Silvestre, este proyecto no solo financia la investigación y repoblación, sino también la educación y participación comunitaria. 

El objetivo final es recuperar y conectar los hábitats fragmentados para que las plantas y los animales puedan moverse libremente, intercambiar material genético y así fortalecer sus poblaciones. 

«Conectividad es la palabra clave», asegura Jon Dale, director de Texas y México de American Forests. «No sólo es cuestión de crear más hábitat, sino de que esté interconectado para que las poblaciones nativas sean genéticamente más resistentes».

«Gran parte del hábitat de bosque espinoso está fragmentado», señala Gisel Garza, líder del programa de recolección de semillas de American Forests y gestora de la iniciativa Semillas Compartidas en El Valle. «Queremos formar corredores que unan las partes que quedan del bosque espinoso para la supervivencia de la vida silvestre». 

La conectividad del hábitat es fundamental para el ocelote. 

Se estima que sólo quedan entre 80 y 100 ocelotes en Estados Unidos y todos están concentrados en El Valle del Río Grande. La mayoría vive en dos poblaciones aisladas a lo largo de la costa; una, en el Refugio Nacional de Vida Silvestre Laguna Atascosa, bajo la dirección del Servicio de Pesca y Vida Silvestre, y la otra en el Rancho El Sauz. Sin embargo, los dos lugares están separados por 320 kilómetros de terreno hostil y urbanizado, lo que limita su capacidad de convivencia. 

«Es posible que los animales se desplacen, pero suelen dirigirse en la dirección equivocada. Y cuando se mueven correctamente, pueden morir atropellados o por otras causas», explica la Dra. Lisanne Petracca, profesora adjunta de Ecología Carnívora. Petracca trabaja para la Universidad Texas A&M Kingsville y se encarga de supervisar la investigación colaborativa sobre los ocelotes entre el Instituto de Investigación de Vida Silvestre Caesar Kleberg y The East Foundation. 

Debido a la falta de conectividad, los ocelotes no encuentran parejas apropiadas y se reproducen de manera endogámica, lo cual, según Reeves, tiene graves consecuencias en la salud general de la población. Esto aumenta el riesgo de mutaciones y enfermedades, reduciendo su capacidad de reproducción. 

A fines de mejorar la diversidad genética de los ocelotes, Reeves trabaja en inseminar hembras en zoológicos con esperma de machos silvestres capturados, con la esperanza de liberar futuras generaciones más fuertes. 

Thornforests grow at La Sal Del Ray, part of the Lower Rio Grande Valley National Wildlife Refuge. Less than 10% of pre-1930’s thornforests remains in the Valley.

Bosque espinoso en La Sal del Rey, parte del Refugio Nacional de Vida Silvestre del Sur de El Valle del Río Grande. Queda menos de 10% de la extensión que el bosque espinoso tenía antes de 1930 en El Valle.
Photo Credit: Abel Riojas / American Forests

«Si no pueden conectarse por sí mismos, tal vez debamos ayudarlos a hacerlo», reflexiona Reeves. Sin embargo, la creación de rutas entre los hábitats es de suma importancia para la recuperación a largo plazo de los ocelotes y los ecosistemas de bosque espinoso. 

«Las especies se forman de poblaciones», señala Christoffersen. «Para su conservación, necesitan moverse largas distancias». 

Al conectar los hábitats, los polinizadores pueden dispersar semillas de manera más amplia, lo que ayuda a que el bosque se vuelva más autosuficiente». Este proceso ayuda a polinizar los campos agrícolas que han dado a la región su apodo de «Valle mágico». 

Entre 2023 y 2027, el laboratorio de Christoffersen se ha comprometido a apoyar las acciones de American Forests para regenerar más de 325 hectáreas de bosque espinoso mediante el acuerdo con el Servicio de Pesca y Vida Silvestre. Además de monitorear los resultados de recuperación, van a investigar cómo diferentes estrategias de manejo de tierra, como la eliminación de especies invasivas, afectan la supervivencia de las plántulas. Esta investigación es clave para desarrollar un modelo de restauración eficaz. 

CULTIVAR PLÁNTULAS Y COLABORACIONES PRIVADAS 

En El Valle, hay aproximadamente 33 000 hectáreas de lo que solía ser bosque espinoso que tienen el potencial de repoblarse. Para lograr esa meta y crear corredores de hábitat conectados, dos cosas son ciertas: la iniciativa va a requerir muchas más plántulas y más tierra para plantarlas. 

American Forests trabaja estrechamente con cultivadores locales para aumentar la producción de plántulas y ha aumentado la capacidad del vivero Marinoff Nursery, que pertenece al Servicio de Pesca y Vida Silvestre en Álamo, Texas. 

«Este año, ocho cultivadores nos están ayudando a sembrar especies de plantas nativas de distintas áreas de El Valle», comenta Marisol Kuri, gerente ejecutiva de reforestación en Texas, quien está a cargo del vivero Marinoff Nursery. «Colaboramos con ellos para alcanzar la meta de plantar 400 árboles por hectárea, lo que permitirá al bosque moverse rápidamente a beneficio de la vida silvestre».

La mayoría de las plantas que se usan en la recuperación vienen de Marinoff, donde Kuri lidera las acciones de modernización de los sistemas de irrigación, el aumento de sombra en las áreas de crecimiento y la expansión de las estaciones de cultivo. Con estas mejoras, el vivero podrá duplicar su capacidad para almacenar y cultivar 300 000 plántulas a la vez. 

At Marinoff Nursery, Jennifer Lee Baez, American Forests’ manager of Rio Grande Valley nursery operations, uses a small tool to create a furrow in soil and sow seeds ready for planting.

En el vivero Marinoff Nursery, Jennifer Lee Baez, gestora de operaciones de viveros de El Valle del Río Grande para American Forests, usa un instrumento pequeño para cavar un surco en la tierra y sembrar las semillas que estén listas.
Photo Credit: Abel Riojas / American Forests

Y, ¿qué hay de la tierra? Pregúntele a cualquiera involucrado en estas labores y le dirán que los propietarios privados, quienes poseen más de 90 % de la tierra en El Valle, son una pieza clave en la solución. 

«Los terrenos privados y los terratenientes son de suma importancia para la conservación de la vida silvestre», asegura David Hewitt, director de investigación de vida silvestre en el Instituto Caesar Kleberg. «Sobre todo en Texas, donde casi todo el hábitat para la vida silvestre se encuentra en propiedad privada». 

Hay campos abandonados o pastizales en desuso dentro de muchos ranchos y granjas. Estas áreas serían perfectas para la reforestación. Reeves señala que las operaciones agrícolas pueden coexistir con el bosque espinoso, inclusive con los ocelotes y los otros animales que dependen de él. 

«Se pueden criar otras especies de fauna en el bosque espinoso», explica. «Para una persona, cruzar estos hábitats puede resultar incómodo o desagradable; sin embargo, especies como el ganado, ciervo, pavo y jabalí dependen de esos hábitats. Así que se benefician muchas especies, no sólo felinos». 

No hay indicios de que los ocelotes afecten al ganado, según indica Reeves. 

Para propietarios como Bradley Penick, el anhelo por formar parte de la conservación del bosque espinoso está muy arraigado. «Me crie en el bosque espinoso», comenta. «Crecí en el sur de Texas cerca de un rancho muy grande y, básicamente, corría libre por el lugar cuando era niño… No puedo explicar por qué, pero me encanta». 

En 2023, Penick adquirió 100 hectáreas de un amigo, un rancho compuesto por pastizales y bosque espinoso, algunos de los cuales tienen más de 100 años. Ahí, cría alrededor de 25 reses a la vez. En un inicio, intentó reforestar el terreno por cuenta propia. 

«Al principio, compraba árboles, 10 aquí, 20 allá», recuerda. «Pero cuando me enteré de que American Forests plantaba 400 por hectárea, supe que mi labor no era suficiente». 

Penick se puso en contacto con American Forests. Pronto, él y Dale comenzaron a planear la reforestación de gran parte de la propiedad. El proyecto incluye la irrigación de la tierra para asegurar que las plántulas puedan prosperar y la creación de lagos que capten agua de lluvia y proveer agua a la vida silvestre. 

(From L to R) American Forests’ Senior Manager of Texas Reforestation Marisol Kuri, American Forests’ Manager of Semillas Compartidas (Shared Seeds) Initiative Gisel Garza and landowner Bradley Penick discuss plans to restore thornforests to Penick’s 250- acre ranch.

(De izquierda a derecha) Marisol Kuri, la gerente ejecutiva de reforestación de Texas para American Forests, Gisel Garza, gestora de la iniciativa Semillas Compartidas (Shared Seeds) para American Forests y el terrateniente Bradley Penick, hacen planes para recuperar el bosque espinoso en el rancho de 100 hectáreas de Penick.
Photo Credit: Abel Riojas / American Forests

A medida que habla sobre ayudar a los ocelotes, su rostro se ilumina. 

«Haré todo lo posible por ayudarles a sobrevivir, porque sé no es fácil», dice. «Deseo construir un hábitat donde se sientan cómodos y espero que puedan atravesar mis tierras sin riesgo. Esa es la meta». 

Para lograr este tipo de colaboración entre terratenientes, como Penick, y el Servicio de Pesca y Vida Silvestre, así como para la protección de especies en peligro de extinción, el Acuerdo Safe Harbor ha sido clave. Además, los propietarios pueden participar sin temor a enfrentar sanciones. 

«Es cuestión de crear una relación de confianza con el terrateniente», explica Laura de la Garza, bióloga de vida silvestre del Servicio de Pesca y Vida Silvestre y líder en la recuperación del ocelote. «Sé que quieren hacer lo correcto para la especie. Lo que necesitan es confiar en que nosotros no estamos aquí para quitarles su tierra, sino para ayudar en la recuperación de las especies que están ahí». 

El 19 de marzo de 2024 marcó un hito: The East Foundation y Rancho El Sauz firmaron el primer Acuerdo Safe Harbor. Esto lugares son el hogar de las dos poblaciones conocidas de ocelotes y donde se ha realizado parte de la investigación de Reeves. 

Los propietarios interesados en futuros Acuerdos Safe Harbor deberán ponerse en contacto con el Servicio de Pesca y Vida Silvestre para recibir las protecciones que otorga. Con el acuerdo en marcha, de la Garza ya se encuentra en pláticas con otros dos ganaderos. «Nos gustaría continuar esa labor de conservación con ellos, porque esa será la clave», asegura. 

Dale confía en que este es sólo el comienzo de una nueva etapa de colaboración en acciones de restauración con el sector privado. «Esto abrirá las puertas para que más terratenientes acudan a nosotros y digan: “nos gustaría reforestar nuestra propiedad”», indica. 

Conforme el ímpetu aumenta en El Valle y los dueños de tierras públicas y privadas se suman, uno a uno, a la iniciativa del uso de plántulas para devolver al bosque espinoso su antiguo esplendor, la esperanza de un futuro próspero se hace más tangible. 

Gisel Garza holds a screen with seeds recently cleaned at the Marinoff Nursery. After processing, the seeds are placed in cold storage until they are ready to be grown.

Gisel Garza sostiene una malla con semillas recién limpiadas en el vivero Marinoff Nursery. Después de procesarse, las semillas se colocan en almacenamiento en frío hasta estar listas para la siembra.
Photo Credit: Abel Riojas / American Forests

«Mi objetivo es ver, en el transcurso de mi vida, que los ocelotes ya no formen parte de la lista de especies en peligro de extinción en EE. UU.», reflexiona Reeves. «Creemos un ecosistema que los sostenga por mucho tiempo después de que nosotros ya no estemos aquí. Esa es mi meta», concluye. 

Para Gisel Garza, esto se trata del impacto que estas acciones tendrán sobre las futuras generaciones.

«Espero ver mucho más bosque espinoso en los próximos años», comparte. «Deseo que mis nietos conozcan este ecosistema y que el bosque espinoso no muera con nosotros, sino que crezca con nosotros».  


Liane O’Neill produce sus redacciones en Portland, Oregón, y funge como directora de comunicaciones de bosques y cambio climático para American Forests. Este artículo se publicó en la edición de verano 2024 de la revista American Forests.