La mañana de un jueves del mes de marzo de 2024, la Dra. Ashley Reeves recibe el mensaje de texto. Reeves, una veterinaria investigadora que trabaja en The East Foundation, lleva tiempo despierta y tiene todo su equipo listo para la acción. Al leer el mensaje, le embarga una sensación familiar.
«Llevo haciendo esto por casi cinco años», dice. «El periodo de captura dura cinco meses seguidos y atrapar un ocelote es sumamente poco común».
La hazaña de su equipo de investigación no sólo fue atrapar un ocelote, sino que, además, el ejemplar es hembra. Estas tienden a ser más reacias al riesgo y más difíciles de capturar para estudiarse.
Mientras Reeves se dirige al Rancho El Sauz, una propiedad ganadera de The East Foundation en El Valle del Río Grande de Texas, un equipo de técnicos capacitados instala una carpa y mesas en un claro rodeado por el denso bosque espinoso tamaulipeco, un ecosistema del matorral leñoso, rico en biodiversidad, nativo del sur de Texas y el noreste de México.
El ocelote aguarda la llegada de Reeves dentro de una de las 50 trampas que ha colocado el equipo. Su pelaje es una mezcla de dorado y crema, cubierto de rayas pardas, motas y rosetas, patrones tan únicos como la huella dactilar humana.

Photo Credit: The East Foundation

Photo Credit: Aidan Branney
Reeves y su equipo de técnicos y alumnos de posgrado alistan sus instrumentos para sedar al felino.
Trabajan con eficacia, registran su peso y medidas y extraen muestras de sangre, pelo, heces, pulgas y garrapatas. El microchip que encuentran revela que ya conocían a esta ocelote, pues fue capturada por primera vez hace un año, en 2023, cuando tenía entre dos y tres años y estaba a punto de llegar a la edad reproductiva. Ahora, se confirma mediante un ultrasonido que la felina no está preñada, pero tiene las glándulas mamarias agrandadas, secretan leche y están recién mamadas, por lo que es probable que haya escondido a sus cachorros en alguna guarida entre las espinas.
Esta camada oculta pudiera ser la primera de la ocelote, lo que supone un gran logro para Reeves y el grupo de científicos y administradores de tierras, quienes han colaborado durante décadas para restablecer esta especie en peligro de extinción. Por medio de un collar con sistema GPS, los investigadores podrán obtener información acerca de la manera en que recorre el bosque espinoso con su camada, así como entender los factores medioambientales que repercuten en su supervivencia. Además, esto representa una oportunidad para entender cómo restablecer el tamaño, distribución espacial y composición de las plantas del bosque espinoso de manera que se ajuste a las necesidades de los ocelotes.
«Una vez que las crías tengan edad suficiente y la ocelote abandone la guarida, nuestro equipo de investigación podrá regresar y evaluar a detalle el tipo de sitios que eligen como guarida y en qué prefieren esconder a sus cachorros», indica Reeves.
ESTUDIANDO EL PULSO DE LA RESTAURACIÓN

Photo Credit: Abel Riojas / American Forests
El hábitat del bosque espinoso, del cual dependen los ocelotes y muchas otras especies, solía extenderse por todo El Valle. Era una fuente de refugio, agua y presas en abundancia. Hoy en día, sólo pervive 10% de aquel bosque espinoso que existía antes de 1930. Los bosques nativos se han fragmentado por el desarrollo agrícola, comercial y residencial. Ahora, las carreteras atraviesan lo que antes eran continuas extensiones de tierra; además, los vehículos representan un constante peligro para la fauna. El césped ha sustituido los antiguos humedales y las altas palmeras han reemplazado a los puntiagudos matorrales de los bosques nativos.
El Dr. Bradley Christoffersen, profesor adjunto de la Universidad de Texas de El Valle del Río Grande, se dedica a cambiar el destino de este vital ecosistema.

Photo Credit: Abel Riojas / American Forests
A kilómetros de distancia de la oculta manada de ocelotes, en un paisaje abierto marcado por el esporádico mezquite, Christoffersen contempla un ébano grande. Sus gruesas ramas, cubiertas de denso follaje color verde oscuro, se extienden hacia el bosque, de lento crecer, que le rodea.
Christoffersen estima que se plantaron aproximadamente 250 árboles por hectárea cuando el Servicio de Pesca y Vida Silvestre regresó plántulas de bosque espinoso a la región en 1996.
Bajo la copa de un ébano, unos banderines anaranjados indican la presencia de las plántulas que han germinado. A medida que se adentran en el resguardo del ébano, más banderines se pueden apreciar. Este espacio sombreado provee humedad, protección contra el sol y nitrógeno a las plántulas. Al igual que muchas otras especies de la familia Leguminosae, el ébano tiene la capacidad de absorber nitrógeno del aire a través de los microbios que habitan en sus raíces. El nitrógeno se incorpora en los tallos y hojas, nutriendo la tierra de las plantas cercanas.
Catarina Miranda, alumna de posgrado que participa en el laboratorio de Christoffersen, prepara una estación de monitoreo de plántulas para observar cómo se desarrollan naturalmente tras la recuperación auxiliada por humanos. Junto a su compañero, Lance Santos, busca en cuclillas plántulas recién germinadas bajo el ébano para medirlas y calcular su edad, documentarlas en sus expedientes y, por último, etiquetarlas.
«Hay un grupo de especies que suele darse por aquí», dice Miranda. «Las he memorizado casi todas».
Christoffersen y los alumnos de posgrado sostienen que, gracias a su capacidad de absorber nitrógeno, el ébano favorece a otras plantas nativas y les ayuda a asentarse en las tierras que están volviendo a ser un bosque espinoso. Al estudiar los sitios en que se ha plantado en otros años, los investigadores pueden deducir información sobre la ecología del bosque espinoso y las variables que requiere para restablecerse y prosperar. Su investigación sobre los árboles de apoyo, como el ébano, puede ser de utilidad para los métodos futuros de restauración, los cuales pudieran permitir que la siembra se haga en olas sucesivas.

Photo Credit: Abel Riojas / American Forests
«Aunque una especie se encuentre aquí, no significa que este deba ser su sitio de siembra al inicio de la reforestación», explica Christoffersen. «Ciertas especies tal vez se acoplan mejor durante la primera etapa y es posible que lo hagan después en la segunda».
De esta manera, Christoffersen y su equipo estudian el ritmo de la restauración, indagando hasta qué punto un bosque puede mantenerse por sí mismo una vez que la intervención humana ha cesado.
UN PLAN PARA REGRESAR A LA CONECTIVIDAD
Reeves y Christoffersen forman parte de un grupo de investigadores, administradores de tierra y organizaciones sin fines de lucro que han unido fuerzas para repoblar los bosques nativos de El Valle.
El Servicio de Pesca y Vida Silvestre ha destinado 10 millones de dólares a estas iniciativas. El acuerdo, publicado en septiembre de 2023, está bajo la gestión de American Forests, que ha encabezado la reforestación de la región desde 1997.
Guiado por el Plan de Conservación de Bosque Espinoso, una estrategia colaborativa desarrollada por American Forests y el Servicio de Pesca y Vida Silvestre, este proyecto no solo financia la investigación y repoblación, sino también la educación y participación comunitaria.
El objetivo final es recuperar y conectar los hábitats fragmentados para que las plantas y los animales puedan moverse libremente, intercambiar material genético y así fortalecer sus poblaciones.
«Conectividad es la palabra clave», asegura Jon Dale, director de Texas y México de American Forests. «No sólo es cuestión de crear más hábitat, sino de que esté interconectado para que las poblaciones nativas sean genéticamente más resistentes».
«Gran parte del hábitat de bosque espinoso está fragmentado», señala Gisel Garza, líder del programa de recolección de semillas de American Forests y gestora de la iniciativa Semillas Compartidas en El Valle. «Queremos formar corredores que unan las partes que quedan del bosque espinoso para la supervivencia de la vida silvestre».
La conectividad del hábitat es fundamental para el ocelote.
Se estima que sólo quedan entre 80 y 100 ocelotes en Estados Unidos y todos están concentrados en El Valle del Río Grande. La mayoría vive en dos poblaciones aisladas a lo largo de la costa; una, en el Refugio Nacional de Vida Silvestre Laguna Atascosa, bajo la dirección del Servicio de Pesca y Vida Silvestre, y la otra en el Rancho El Sauz. Sin embargo, los dos lugares están separados por 320 kilómetros de terreno hostil y urbanizado, lo que limita su capacidad de convivencia.
«Es posible que los animales se desplacen, pero suelen dirigirse en la dirección equivocada. Y cuando se mueven correctamente, pueden morir atropellados o por otras causas», explica la Dra. Lisanne Petracca, profesora adjunta de Ecología Carnívora. Petracca trabaja para la Universidad Texas A&M Kingsville y se encarga de supervisar la investigación colaborativa sobre los ocelotes entre el Instituto de Investigación de Vida Silvestre Caesar Kleberg y The East Foundation.
Debido a la falta de conectividad, los ocelotes no encuentran parejas apropiadas y se reproducen de manera endogámica, lo cual, según Reeves, tiene graves consecuencias en la salud general de la población. Esto aumenta el riesgo de mutaciones y enfermedades, reduciendo su capacidad de reproducción.
A fines de mejorar la diversidad genética de los ocelotes, Reeves trabaja en inseminar hembras en zoológicos con esperma de machos silvestres capturados, con la esperanza de liberar futuras generaciones más fuertes.

Photo Credit: Abel Riojas / American Forests
«Si no pueden conectarse por sí mismos, tal vez debamos ayudarlos a hacerlo», reflexiona Reeves. Sin embargo, la creación de rutas entre los hábitats es de suma importancia para la recuperación a largo plazo de los ocelotes y los ecosistemas de bosque espinoso.
«Las especies se forman de poblaciones», señala Christoffersen. «Para su conservación, necesitan moverse largas distancias».
Al conectar los hábitats, los polinizadores pueden dispersar semillas de manera más amplia, lo que ayuda a que el bosque se vuelva más autosuficiente». Este proceso ayuda a polinizar los campos agrícolas que han dado a la región su apodo de «Valle mágico».
Entre 2023 y 2027, el laboratorio de Christoffersen se ha comprometido a apoyar las acciones de American Forests para regenerar más de 325 hectáreas de bosque espinoso mediante el acuerdo con el Servicio de Pesca y Vida Silvestre. Además de monitorear los resultados de recuperación, van a investigar cómo diferentes estrategias de manejo de tierra, como la eliminación de especies invasivas, afectan la supervivencia de las plántulas. Esta investigación es clave para desarrollar un modelo de restauración eficaz.
CULTIVAR PLÁNTULAS Y COLABORACIONES PRIVADAS
En El Valle, hay aproximadamente 33 000 hectáreas de lo que solía ser bosque espinoso que tienen el potencial de repoblarse. Para lograr esa meta y crear corredores de hábitat conectados, dos cosas son ciertas: la iniciativa va a requerir muchas más plántulas y más tierra para plantarlas.
American Forests trabaja estrechamente con cultivadores locales para aumentar la producción de plántulas y ha aumentado la capacidad del vivero Marinoff Nursery, que pertenece al Servicio de Pesca y Vida Silvestre en Álamo, Texas.
«Este año, ocho cultivadores nos están ayudando a sembrar especies de plantas nativas de distintas áreas de El Valle», comenta Marisol Kuri, gerente ejecutiva de reforestación en Texas, quien está a cargo del vivero Marinoff Nursery. «Colaboramos con ellos para alcanzar la meta de plantar 400 árboles por hectárea, lo que permitirá al bosque moverse rápidamente a beneficio de la vida silvestre».
La mayoría de las plantas que se usan en la recuperación vienen de Marinoff, donde Kuri lidera las acciones de modernización de los sistemas de irrigación, el aumento de sombra en las áreas de crecimiento y la expansión de las estaciones de cultivo. Con estas mejoras, el vivero podrá duplicar su capacidad para almacenar y cultivar 300 000 plántulas a la vez.

Photo Credit: Abel Riojas / American Forests
Y, ¿qué hay de la tierra? Pregúntele a cualquiera involucrado en estas labores y le dirán que los propietarios privados, quienes poseen más de 90 % de la tierra en El Valle, son una pieza clave en la solución.
«Los terrenos privados y los terratenientes son de suma importancia para la conservación de la vida silvestre», asegura David Hewitt, director de investigación de vida silvestre en el Instituto Caesar Kleberg. «Sobre todo en Texas, donde casi todo el hábitat para la vida silvestre se encuentra en propiedad privada».
Hay campos abandonados o pastizales en desuso dentro de muchos ranchos y granjas. Estas áreas serían perfectas para la reforestación. Reeves señala que las operaciones agrícolas pueden coexistir con el bosque espinoso, inclusive con los ocelotes y los otros animales que dependen de él.
«Se pueden criar otras especies de fauna en el bosque espinoso», explica. «Para una persona, cruzar estos hábitats puede resultar incómodo o desagradable; sin embargo, especies como el ganado, ciervo, pavo y jabalí dependen de esos hábitats. Así que se benefician muchas especies, no sólo felinos».
No hay indicios de que los ocelotes afecten al ganado, según indica Reeves.
Para propietarios como Bradley Penick, el anhelo por formar parte de la conservación del bosque espinoso está muy arraigado. «Me crie en el bosque espinoso», comenta. «Crecí en el sur de Texas cerca de un rancho muy grande y, básicamente, corría libre por el lugar cuando era niño… No puedo explicar por qué, pero me encanta».
En 2023, Penick adquirió 100 hectáreas de un amigo, un rancho compuesto por pastizales y bosque espinoso, algunos de los cuales tienen más de 100 años. Ahí, cría alrededor de 25 reses a la vez. En un inicio, intentó reforestar el terreno por cuenta propia.
«Al principio, compraba árboles, 10 aquí, 20 allá», recuerda. «Pero cuando me enteré de que American Forests plantaba 400 por hectárea, supe que mi labor no era suficiente».
Penick se puso en contacto con American Forests. Pronto, él y Dale comenzaron a planear la reforestación de gran parte de la propiedad. El proyecto incluye la irrigación de la tierra para asegurar que las plántulas puedan prosperar y la creación de lagos que capten agua de lluvia y proveer agua a la vida silvestre.

Photo Credit: Abel Riojas / American Forests
A medida que habla sobre ayudar a los ocelotes, su rostro se ilumina.
«Haré todo lo posible por ayudarles a sobrevivir, porque sé no es fácil», dice. «Deseo construir un hábitat donde se sientan cómodos y espero que puedan atravesar mis tierras sin riesgo. Esa es la meta».
Para lograr este tipo de colaboración entre terratenientes, como Penick, y el Servicio de Pesca y Vida Silvestre, así como para la protección de especies en peligro de extinción, el Acuerdo Safe Harbor ha sido clave. Además, los propietarios pueden participar sin temor a enfrentar sanciones.
«Es cuestión de crear una relación de confianza con el terrateniente», explica Laura de la Garza, bióloga de vida silvestre del Servicio de Pesca y Vida Silvestre y líder en la recuperación del ocelote. «Sé que quieren hacer lo correcto para la especie. Lo que necesitan es confiar en que nosotros no estamos aquí para quitarles su tierra, sino para ayudar en la recuperación de las especies que están ahí».
El 19 de marzo de 2024 marcó un hito: The East Foundation y Rancho El Sauz firmaron el primer Acuerdo Safe Harbor. Esto lugares son el hogar de las dos poblaciones conocidas de ocelotes y donde se ha realizado parte de la investigación de Reeves.
Los propietarios interesados en futuros Acuerdos Safe Harbor deberán ponerse en contacto con el Servicio de Pesca y Vida Silvestre para recibir las protecciones que otorga. Con el acuerdo en marcha, de la Garza ya se encuentra en pláticas con otros dos ganaderos. «Nos gustaría continuar esa labor de conservación con ellos, porque esa será la clave», asegura.
Dale confía en que este es sólo el comienzo de una nueva etapa de colaboración en acciones de restauración con el sector privado. «Esto abrirá las puertas para que más terratenientes acudan a nosotros y digan: “nos gustaría reforestar nuestra propiedad”», indica.
Conforme el ímpetu aumenta en El Valle y los dueños de tierras públicas y privadas se suman, uno a uno, a la iniciativa del uso de plántulas para devolver al bosque espinoso su antiguo esplendor, la esperanza de un futuro próspero se hace más tangible.

Photo Credit: Abel Riojas / American Forests
«Mi objetivo es ver, en el transcurso de mi vida, que los ocelotes ya no formen parte de la lista de especies en peligro de extinción en EE. UU.», reflexiona Reeves. «Creemos un ecosistema que los sostenga por mucho tiempo después de que nosotros ya no estemos aquí. Esa es mi meta», concluye.
Para Gisel Garza, esto se trata del impacto que estas acciones tendrán sobre las futuras generaciones.
«Espero ver mucho más bosque espinoso en los próximos años», comparte. «Deseo que mis nietos conozcan este ecosistema y que el bosque espinoso no muera con nosotros, sino que crezca con nosotros».
Liane O’Neill produce sus redacciones en Portland, Oregón, y funge como directora de comunicaciones de bosques y cambio climático para American Forests. Este artículo se publicó en la edición de verano 2024 de la revista American Forests.